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Lecce – Italia – Turismo

El tacón de la bota es Salento, engastado en las aguas claras de los mares Adriático y Jónico, donde altos acantilados, esculpidos por el mar, se alternan con costas arenosas, verdes extensiones de vegetación mediterránea y pequeños “edenes” alcanzables solo por mar.

Un viaje en el territorio de Lecce es un viaje en el tiempo, desde la atmósfera prehistórica a la civilización rupestre, de las arquitecturas medievales al barocco leccese, de las antiguas tradiciones a las habilidades de los maestros artesanos. Todo lo expuesto está condimentado por sabores intensos y genuinos, regalos de esta tierra generosa y del amor del hombre.

La presencia de dos mares convierte esta parte de Apulia en un verdadero paraíso terrenal para quien desea unas vacaciones de sol, relax y diversión.
La costa adriática, con imponentes acantilados y preciosas bahías engastadas entre el azul del mar y el verde de los pinares, ofrece un paisaje incontaminado, en algunos tramos aún en estado salvaje, con algunas zonas de gran interés ecológico, como la Reserva Natural de San Cataldo y el Área de los Lagos Alimini.

Superada la ciudad de Otranto, bahías, ensenadas, acantilados y grutas naturales dibujan la costa, verdadera delicia para los apasionados del submarinismo. En Santa María de Leuca, el Adriático deja paso al mar Jónico que baña la costa occidental de Salento, con playas y fondos marinos de arena finísima que evocan imágenes de lugares del Caribe.

Un armonioso paisaje, con llanas y suaves colinas, ocupa el corazón de la provincia, rico en aldeas que atestiguan la presencia del hombre desde la prehistoria. Antiguas civilizaciones procedentes de más allá del mar han marcado profundamente la cultura de esta tierra, tanto que en la Grecia salentina hoy todavía se habla la antigua lengua “Grika”.

Viñedos y olivares dibujan cultivos geométricos, delimitados por bajos y pequeños muros construidos con la característica piedra local que aquí volvemos a encontrar, en su forma bruta, en las típicas granjas y en los dolmen y menhir, símbolos de la antigua civilización messapica.

Es un libro de historia a cielo abierto, donde en el capítulo dedicado al Medievo se cuentan las antiguas aldeas y los poderosos castillos, y en el del Renacimiento las residencias señoriales que, aunque de menor forma, recuerdan el lujo y la elegancia de la capital.

La oferta gastronómica es tan rica como la del paisaje: aceites, vinos, quesos, hortalizas, pasta fresca recuerdan los buenos sabores de antaño, obtenidos gracias a la elaboración artesanal de las materias primas.

La Catedral

Que Ver?

En una llanura a los pies de la meseta de Salento se encuentra Lecce, la Florencia del sur, una de las ciudades más interesantes de la región por su fisonomía arquitectónica típica del siglo XVII. 

De orígenes muy antiguos, la ciudad tuvo dos momentos particularmente florecientes: el de la época romana y el del Reino de Nápoles. Justamente en este periodo hubo un gran desarrollo en la construcción de edificios, monumentos y palacios señoriales caracterizados por una lujosa y rica escenografía decorativa que hizo merecer a esta arquitectura la definición de barocco leccese. El fantasioso y minucioso trabajo de escultura fue facilitado por el empleo de la piedra local, dúctil y fácil de incrustar.

Se puede iniciar la visita de Lecce por la Plaza de la Catedral, en un tiempo utilizada como ciudadela fortificada y hoy en día considerada el salotto más elegante de la ciudad. La grandiosidad de la Catedral, obra de Zimbalo, Cino y Penna, el alto campanario de cinco plantas, el Palacizo Vescovile y el Palacio del Seminario marcan el perímetro de la plaza, una de las obras monumentales que mejor representan la magnificencia del estilo de Lecce.

Cerca se encuentra la Plaza San Oronzo que encierra, en su perímetro, la historia de la ciudad. Son testimonio de la época romana los restos del Anfiteatro, que en verano se convierte en escenario de representaciones teatrales y, en parte, la alta columna -que en su cumbre lleva la estatua de bronce del Santo en acto de bendecir- erigida el siglo V utilizando una de las columnas romanas procedentes de la antigua via Appia. Símbolo de la época del Renacimiento es el Palacio del Seggio, conocido como el Sedile, hoy utilizado para importantes exposiciones de arte, y la Iglesia de Santa María de las Gracias que custodia frescos y obras de madera.

Detrás de la plaza está el Castillo de Carlos V, típica construcción defensiva que al rigor del aspecto exterior contrapone, en el interior, el estilo refinado de las arquitecturas señoriales. Imponente y majestuosa es La Puerta Rudiae, coronada por las estatuas de San Oronzo, Santa Irene y San Domenico y con dos pares de columnas colocadas a los lados del arco central, que da paso a la Iglesia del Rosario, impactante por la fantasía artística de su gran fachada.

No se debe dejar de visitar la Basílica de Santa Cruz, donde la inspiración de los maestros pedreros se plasma en cada detalle de la monumental fachada que anticipa las bellezas del interior, un equilibrio armonioso entre la sobriedad de lo clásico y la fastuosidad del barroco leccese.

Entre San Cataldo y Otranto, la costa del Adriático ofrece paisajes de belleza extraordinaria: blancos acantilados se contraponen al azul del mar, interrumpidos esporádicamente por playas arenosas, por el verde de la vegetación mediterránea, por charcos de agua salada separados del mar por una estrecha línea de tierra. Llegados a Otranto, se aconseja una visita al centro histórico de la ciudad, rodeada por las poderosas murallas y dominada por el Castillo que en el siglo XV hizo construir Fernando I de Aragón, ya la Catedral con un espléndido mosaico (siglo XII) en el pavimento que representa la historia de la época. Un tupido enredo de callejones y calles empedradas dibujan el corazón de la ciudad antigua, donde la blancura de las casas se mezcla con los colores de los talleres artesanos y las tiendas de souvenir.

Porto CesareoGallipoli y Torre San Giovanni son algunas de las “perlas” situadas en la costa jónica, con Santa María de Leuca que marca el límite entre los dos mares de Apulia. Entre Otranto y Gallipoli la fuerza del viento, unida a la del mar, ha esculpido la roca calcárea de los acantilados dando origen a sugestivas cavidades como la gruta Zinzulusa, rica en estalactitas y estalagmitas, la Gran Gruta del Ciolo y las grutas del Parque Natural de Puerto Selvaggio.

Las tierras de Lecce no limitan su generosidad a sus bellezas artísticas y a las de su costa. También tierra adentro sus amplios paisajes, su naturaleza y los importantes testimonios de su prehistoria ofrecen un abanico de oportunidades que no debe infravalorar quien decide pasar sus vacaciones en Salento, una de las joyas del panorama turístico Italiano. 

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Cesar Rodriguez

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