Marrakech es una ciudad inabarcable de gran variedad y contraste; tanto es así, que si se pasea por la zona nueva y la antigua parecen ciudades distintas.
Puedes perderte por su gran medina sorteando a sus ciudadanos en moto, principal medio de transporte de la ciudad, pasear por su zoco o descubrir sus numerosos lugares y monumentos, siempre con el minarete de la mezquita Koutoubia como telón de fondo y la plaza Jemaa El Fna como centro neurálgico desde donde todo conecta.
Pero también puedes disfrutar de los numerosos museos, restaurantes y sitios para salir que ofrece la zona moderna, al tratarse de una de las ciudades más cosmopolitas del país.
Además, supone un excelente punto de partida desde el que establecerse y conocer aquello que la rodea: Essaouira, el valle de Ourika, Ouarzazate, …
En definitiva, Marrakech es una seductora urbe, llena de detalles y capaz de ofrecer cualquier cosa a todo aquel que sea capaz de adentrarse en ella. Porque en cada visita descubrirás un nueva cara de una de las ciudades más fascinantes y diferentes del mundo.
Que Ver:
Bordeando el sur de la medina
Me vais a permitir acercarnos tangencialmente: en lugar de adentrarnos en el corazón de la medina optaremos por uno de sus perímetros, ya que los lugares de interés situados allí poseen una solemnidad a la que la afluencia de visitantes ya avanzado el día resultaría perjudicial.
Empezaremos en la Plaza de los Hojalateros (en francés, place des Ferblantiers), estratégicamente muy bien situada, al ser de mucho tránsito y estar conectada mediante varias calles principales con el centro neurálgico de la ciudad. Así no tendremos problemas para llegar, tanto si lo hacemos andando como en taxi, sea cual sea nuestro punto de partida.
Palacio de Bahía
Una vez allí tomaremos una de las calles que desembocan en la plaza, llamada Bahia Bab Mellah. Al inicio de ésta, a la izquierda, se encuentra el Palacio de Bahía, en la intersección con la calle Riad Zitoun el Jdid. Se trata es un gran complejo formado por numerosos patios, salones y habitaciones, con una superficie total de ocho hectáreas.
Lo más característico no será tanto su configuración general como todos los ejemplos de decoración que se muestran: más que un edificio dividido en estancias, tendremos la sensación de atravesar espacios sin una relación clara entre ellos, pero en el que cada uno guarda una belleza especial.
De esta singularidad es responsable, en primer lugar, la intención de lograr el más completo y variado ejemplo de decoración, contratando a los más reputados y diversos artesanos de Marruecos, y por otro el hecho de que todo se desarrolla en planta baja, debido a la incapacidad del visir de subir o bajar por su obesidad.
Palacio Badi
Ya explorado volveremos, y observaremos que el lado opuesto de la plaza conecta con la Rue de Berrima, donde se sitúa el Palacio Badi. Es un lugar completamente diferente al anterior ya que, aunque en origen fuera más lujoso, un saqueo posterior para levantar la ciudad imperial de Meknès lo dejó en ruinas.
Implica por tanto una lectura complementaria, pues resulta necesario agudizar la imaginación para entender la importancia de este espacio con más de 300 habitaciones. Sin embargo el patio central, definido por una explanada en la que conviven láminas de agua y zonas verdes, posee una singular belleza.
Adicionalmente, podremos visitar alguna de las exposiciones temporales que se alojan en la galería de arte, explorar las galerías subterráneas y subir a la torre para disfrutar de una inigualable vista de la ciudad.
Tumbas Saadíes
Continuando en la misma calle y llegando al final nos daremos de bruces con las Tumbas Saadíes. Se compone de tres mausoleos donde están enterrados los principales representantes de la dinastía saadí, así como un jardín central donde se emplazan las tumbas de sirvientes y soldados. Es esta dinastía también la firmante del palacio anterior.
Se trata de un espacio al que un primer acercamiento puede generar una falsa sensación de simpleza. En su lugar, pensad se os está invita a entrar en un cementerio y haced el ejercicio de interpretar las infinitas variaciones que se producen en cada tumba, en base a características como la edad, sexo, trabajo o situación del difunto.
Como principal pega, a los mausoleos no se puede acceder, teniendo que apreciar su interior desde la barandilla que protege su entrada.