Sáhara – Marruecos – Turismo

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Contemplar y recorrer dunas, disfrutar de un cielo estrellado y dormir en una jaima marca a todos los viajeros. Pero resumir el Sáhara en esa experiencia sería reducir todo un mundo a una llamativa postal.

Empezando con su riqueza geográfica y contrastes, donde destacan los ergs o paisajes de arena, aunque su contrapunto pedregoso (hamadas) cubre mucha más superficie. Lagos activos que atraen todo tipo de fauna compartiendo espacio con otros desecados y en los que por más que alcance la vista sólo se aprecian espejismos. Un microcosmos donde conviven oasis con cordilleras montañosas y planicies de gravilla.

Igualmente importante es su cultura, síntesis de lo africano y lo bereber, y con manifestaciones tanto en el terreno de lo musical, como del baile o la escritura.

Pero si por algo destaca es por su gente, acostumbrada a vivir en una naturaleza adversa con el necesario apoyo de su comunidad, lo que implica firmes valores de colaboración, convivencia y generosidad, un profundo conocimiento y amor de su entorno, gran resistencia física y psíquica y un concepto del tiempo alejado de convenciones y vinculado a lo memorable.

Porque si el paisaje de las dunas se imprime en la retina, la actitud de la gente del desierto se instala en la mente.

 Cómo llegar

Maneras de acceder al Sáhara hay múltiples, siendo común hacerlo desde Egipto, Túnez o Níger, si bien la opción más habitual es desde Marruecos.

Lo más recomendable es partir desde Marrakech o Fez, distando ocho horas de carretera en el primer caso y diez en el segundo.

Si hacemos uso de la oferta de excursiones organizadas desde Marrakech la ida se realiza en dos días, pernoctando el primer día en Boulmane Dades, y la vuelta en una sola. Además de disfrutar de la belleza del Alto Atlas salpicado por pequeños pueblos bereberes, otros lugares que se visitan son Aït Ben Haddou, el Valle de las Rosas o las Gargantas del Todra.

Si se comienza en Fez, tanto el trayecto de ida como de vuelta se realizan en un día, pasando por Ifrane, Azrou o el Valle del Ziz.

Otras opciones son el autobús público, siendo la empresa más conocida Supratours, o contratar un servicio de transporte privado. El segundo caso tendría la ventaja de poder realizar un itinerario personalizado y más pausado, con lo que se podría y se recomendaría, por ejemplo, partir la vuelta de Merzouga a Marrakech en dos días.

Sitios de interés:

Ait Ben Haddou

Nos encontramos en la Ruta de las mil Kasbahs, uno de los lugares más insólitos y con más encanto de Marruecos. Este interesante recorrido por el sur del país transcurre por el valle del río Dades y Todra, entre la cordillera del Gran Atlas.

Aunque normalmente se la conoce como Kasbah de Aït Ben Haddou, es en realidad un Ksar. Es decir, un pueblo fortificado y formado por kasbahs hechas de adobe (arena, arcilla, agua y, a veces, material orgánico como paja o estiércol) que, una vez moldeado, se deja secar al sol. Una forma de construir muy peculiar utilizando materiales del propio suelo y que genera la sensación de que la construcción emerge del paisaje, pero que también obliga a un mantenimiento y restauración continuos.

De una belleza que impresiona, situado a unos 190 kilómetros de la ciudad de Marrakech y a unos 30 de Ouarzazate, preside el valle del río Ounila y es uno de los muchos lugares mágicos de Marruecos. Considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1987, este conjunto de kasbahs es uno de los mejores conservados, más antiguos y más espléndidos ksars del país.

Rissani

Debo comenzar con una confesión: me produce cierto respeto iniciar una conservación con otro apasionado de Marruecos, pues temo el momento en el me hable de un lugar que apenas conozca o que ni siquiera me suene. De quedar a la altura del betún.

Por ejemplo, había cierta ciudad a la que no le había prestado mucha atención pero de la que no me paraba de hablar otra apasionada del país y, como ser esquiva cuando la nombraba empezaba a resultar sospechoso, me propuse conocerla en profundidad en el siguiente viaje.

¿Resultado? Después de esa experiencia dejé de considerar a Fez el entorno urbano donde la sensación de viajar en el tiempo resultaba más patente. Rissani me había hecho cambiar de opinión y, de paso, me recordaba por qué nunca se viaja lo suficiente a Marruecos

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